Comunicación intercultural

When children learn their native language, they learn not only the words and grammar but also the unspoken aspects—such as body language or the significance of certain days. They cannot learn the language without the culture that surrounds it. Because of this connection, we reach our audiences more effectively when we remember their cultural context and are immersed in it.

Según la mesa redonda de agencias gubernamentales de los Estados Unidos, la capacidad lingüística se vincula directamente con la capacidad de expresarse en un idioma. Sus descripciones de capacidad de comunicación intercultural indican que para lograrla es necesario dominar el idioma en todos sus aspectos (lectura, redacción y comprensión y expresión orales) porque cualquier desfase en estos niveles podría ocasionar dificultades para llevarla a cabo. Esta depende no sólo de las palabras que usamos sino también de nuestro tono de voz y lenguaje corporal, de la forma de saludarnos y cómo vestimos, entre otras cosas. En lo escrito, hay elementos similares. En distintas culturas, los colores tienen distintos significados, hay distintos simbolismos, días festivos e historia.

Todo intercambio comunicativo se lleva a cabo en un lugar y un momento específicos y el redactor debe entender dónde se sitúa el lector en estos. Para ello, leer el periódico, las revistas, los libros que se publican en ese lugar y tiempo, y participar de la vida de ese lugar, ayuda al escritor a usar un lenguaje más vivo, que les llegue a sus lectores.

Sin embargo, a diferencia de la comunicación oral, que se limita a un lugar y momento específico, la comunicación escrita se puede retransmitir. Por lo tanto, se debe evitar la jerga excesivamente regional, a menos que sea necesaria para transmitir un mensaje específico.

En Saber Escribir, de Jesús Sánchez Lobato, publicado por el Instituto Cervantes, en el inciso 1.4, dice: “Una lengua es siempre el espejo de la cultura y de las formas de vida de la colectividad que la habla”. Luego, en el apartado 1.12, dice: “El patrón para la norma de cultura ya no es inequívocamente la estructura del español escrito —como sí lo fue en el pasado—, sino el español escrito y hablado que se aproxima al patrón de la lengua oral. La estructura lingüística del español oral se ha impuesto a la estructura lingüística del español escrito al no existir diferencias apreciables entre el habla de una persona culta y su escritura”.

Como redactores y correctores, debemos recordar que todos los textos se dirigen a lectores u oyentes que están en un lugar y un momento específicos. Conocer ese lugar y esa cultura lo mejor posible nos permitirá enviar un mensaje eficaz. ¿Cómo podemos lograr este cometido cuando vivimos aislados de la cultura meta?

En un congreso de correctores de inglés de la Editorial Freelancers Association, realizado en Nueva York, se mencionó que cuando los correctores de texto pierden el ‘oído’ (es decir, no vinculan la escritura con la oralidad) sus escritos pierden la chispa. ¿Será posible que la comunicación oral también mejore si una persona mejora su comunicación escrita? ¿Será posible que la comunicación escrita le llegue más al público si el redactor (o traductor) se comunica mejor oralmente?

Por consiguiente, para poder mejorar nuestra comunicación escrita, debemos participar todo lo posible de la vida social de esa cultura. Sugiero algunas actividades:

  • Leer literatura, ya que cubre una amplia gama de temas.
  • Escuchar la radio, pero también ir a lugares donde nos encontramos frente a frente con las personas a quienes nos dirigimos en nuestros documentos.
  • Podemos leer los diarios locales para enterarnos de lo que está sucediendo en ese lugar. Este sitio web tiene muchos enlaces a periódicos, anuncios en YouTube, y demás.
  • Sería excelente reunirnos con un grupo de personas cuya lengua materna sea de esa zona. Comentemos nuestro texto con ellos. Los que venden jugos hacen pruebas piloto de sus jugos de naranja, limonada y demás con oriundos de distintos lugares para ver cómo los reciben. Podríamos hacer lo mismo en calidad de redactores de texto. A esto, en el mundo de la traducción, se le llama validación lingüística y cultural.
  • Los viajes de asistencia social, de algo que no sea turismo, ayudan a establecer este tipo de relación con los que viven en el lugar y llegar más allá de las formalidades típicas.

En congresos de correctores de textos, he visto que el contenido que se produce profesionalmente pasa por al menos tres o cuatro revisores. Siempre he buscado el apoyo de un revisor para los míos, y en Mosqueteras todos los artículos pasan por cada una de nosotras antes de su publicación. Una redacta, pero las otras dan su apoyo con ideas, preguntas y correcciones pertinentes. El artículo siempre sale mejor así. En mis traducciones siempre he aplicado este principio desde que comencé hace muchos años. Generalmente busco que mi revisor sea de un país que no sea el mío, y si es posible busco que sea de la misma nacionalidad que la mayoría de mis lectores. Sigo aprendiendo algo en esas charlas que tengo con mis correctores favoritos. De hecho, intercambiamos funciones a menudo.

¿Qué estoy leyendo?

Escribo este artículo desde Buenos Aires, donde vine por motivos familiares.

  • El principito, de Antoine de Saint Exupery: siempre me gustó, y quiero leer algo que me recuerde las cosas sencillas de la vida.
  • La Nación (el periódico de Buenos Aires que siempre hemos leído)
  • Cuentos completos, de Inés Arredondo

Esto es lo que tengo en mi Kindle. En la biblioteca de mi familia encontré el Bestiario, de Cortázar. Capaz que también lo lea.

¡A participar de la vida cultural de nuestro idioma!